Migración y Desarrollo, volumen 20, número 39, segundo semestre 2022, es una publicación semestral editada por la Universidad Autónoma de Zacatecas «Francisco García Salinas», a través de la Unidad Académica de Estudios del Desarrollo, Jardín Juárez 147, colonia Centro, Zacatecas, C.P. 98000, Tel. (01492) 922 91 09, www.uaz.edu.mx, www.estudiosdeldesarrollo.net, revistamyd@estudiosdeldesarrollo.net. Editor responsable: Raúl Delgado Wise. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo Vía Red Cómputo No. 04-2015-060212200400-203. ISSN: 2448-7783, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de última actualización: Unidad Académica de Estudios del Desarrollo, Maximino Gerardo Luna Estrada, Campus Universitario II, avenida Preparatoria s/n, fraccionamiento Progreso, Zacatecas, C.P. 98065. Fecha de la última modificación, diciembre de 2022.
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La pluralidad de sueños: del American dream de las migraciones del Sur mundial al de los gobiernos del Norte con migraciones seguras, ordenadas y regulares
The plurality of dreams: from the American dream of migrations from the Global South to secure, orderly and legal migration dreams of northern governments
Recibido 31/10/22 | Aceptado 17/11/22
Rodolfo Casillas R.*
*Mexicano. Profesor investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), sede México. Correo-e: rodolfo.casillas@flacso.edu.mx.
Resumen. Los gobiernos de los países de tránsito y destino tienen pretensiones de que las migraciones internacionales ocurran de manera segura, ordenada y regular, mientras los migrantes indocumentados, en su gran mayoría integrados al mundo informal, distan mucho de encontrar facilidades, como el acceso a visas, que les permitan ingresar al mundo formal. Gobiernos y migrantes persisten en sus objetivos con grandes desencuentros y costos de distinto tipo para cada uno de ellos, más para quienes migran. En este texto, con base en estadísticas nacionales y de organismos especializados, se hace un análisis de qué ha hecho cada parte en los primeros 20 años del presente siglo en el proceso migratorio que involucra a Estados Unidos, México, Guatemala, Honduras y El Salvador, en particular. Las conclusiones apuntan a logros parciales y a costos altos para los desplazados por distintos motivos, por nacionalidad y en distinto momento.
Palabras clave:políticas migratorias, series estadísticas, migrantes, México, Estados Unidos de América.
Abstract. The governments of transit and destination countries claim that international migration occurs in a safe, orderly, and regular manner, while undocumented migrants, the vast majority of whom are integrated into the informal world, are far from finding facilities, such as access to visas, that would allow them to join the formal world. Governments and migrants persist in their objectives with major misunderstandings and costs of different kinds for each of them, more so for those who migrate. In this text, based on national statistics and those of specialized organizations, an analysis is made on what each party has done in the first 20 years of this century in the migration process involving the United States, Mexico, Guatemala, Honduras, and El Salvador, in particular. The findings point to partial achievements and high costs for those displaced for different reasons, by nationality and at different times.
Keywords: migration policies, statistical series, migrants, Mexico, United States of America.
Sueños no compartidos, aspiraciones paralelas
El gobierno de Estados Unidos sueña con que las crecientes migraciones indocumentadas del Sur mundial procedan de manera segura, ordenada, regular, en número acorde con la disponibilidad de visas, apegadas al cumplimiento de los exigentes criterios para otorgarlas y adecuadas a los tiempos de gestión de tan importante documento, que en la actualidad tardan hasta más de 600 días. Este es ya un viejo sueño, compartido con otros actores nacionales e internacionales, que data, al menos del inicio del presente siglo. Los migrantes indocumentados del Sur global aún tienen en mente el American dream, también de vieja data. Entre unos y otros, una serie larga de otros actores sociales e institucionales, en los lugares de origen, tránsito y destino, participa en los procesos migratorios con diversos dividendos. En tanto no haya elementos sólidos que afiancen tales posturas, serán sueños más que sustento de políticas y procesos con resultados satisfactorios más allá de quienes participen de la iniciativa sectorial en curso.
No obstante, ese proceder de gobiernos, migrantes y otros actores involucrados tiene consecuencias inmediatas. El presente texto analiza algunas de las consecuencias más estratégicas de lo hecho por los gobiernos de destino (Estados Unidos) y tránsito (México), así como por los propios migrantes, durante los primeros dos decenios del siglo XXI. El objetivo es mostrar cómo actúa cada parte, con sus logros y derrotas parciales, con su razón sectorial, en que no hay triunfadores absolutos y sí una amplia participación de diversos actores que, en la lógica del mercado, brindan elementos para que se le asignen otras características a la explicación multicausal de la migración internacional indocumentada, como ser procesos migratorios mixtos, con participación creciente de actores en los lugares de origen, tránsito y destino (aunque aquí no se analicen) y con implicaciones sistémicas allende fronteras nacionales (algo que tampoco aquí se aborda).
Con tal fin, aquí analizo evidencia empírica referente a los cambios acontecidos durante los primeros dos decenios del siglo XXI en torno a los flujos migratorios provenientes del norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), su tránsito por México y sus esfuerzos por llegar a Estados Unidos. Si bien se trata de un fenómeno complejo y multidimensional, el material estadístico que presento permite precisar sobre puntos de interés con respecto a estos flujos migratorios, fundamentalmente las políticas de los países involucrados, así como las consecuencias económicas rastreadas a través de la diversidad de itinerarios que siguen las remesas personales: desde los aspectos necesarios para que estas puedan generarse y emitirse desde Estados Unidos, hasta los circuitos económicos que, a su llegada a los países de origen, detonan dinámicas económicamente favorables.
Expongo además los resultados de una indagación cuyo objetivo fue estudiar el proceso migratorio del sur al norte continental, que involucra a Guatemala, Honduras, El Salvador, México y Estados Unidos entre 2000 y 2021. En función de lo anterior, desarrollé una metodología que analiza fuentes primarias, específicamente series estadísticas descriptivas, agregadas anualmente con la intención de observar y destacar persistencia, continuidad y engrosamiento en los flujos migratorios durante el periodo de estudio. Paralelamente, en el caso estadounidense, examiné la política migratoria y los flujos centroamericanos en Estados Unidos de los últimos 20 años; concerniente a México, su política migratoria de décadas recientes por razones que más adelante expondré; y por lo que respecta a los migrantes del norte centroamericano, su volumen poblacional y algunas de sus acciones más significativas, como el dinamismo que introducen las remesas a los mercados locales al tiempo que reducen la demanda social local de empleos, mejores salarios y servicios, hecho que resta presión en la gobernabilidad de los países de origen.
El análisis sociodemográfico que efectúo disecciona lo que captan las fuentes gubernamentales utilizadas. Relativo al conjunto de flujos de interés, las fuentes de información más completas, en cuanto a cobertura territorial y temporal, son las gubernamentales. Otras fuentes de consulta posibles son las agencias internacionales especializadas, que no son propiamente generadoras de información, y los organismos académicos y humanitarios que asisten a migrantes, con la particularidad de que sus aportes son de una cobertura territorial y temporal acotada por sus limitados recursos, así como por el uso de distintas metodologías que no siempre facilitan la complementariedad en tiempo y espacio, entre otras limitantes. Por ello, privilegié las fuentes gubernamentales pues me interesaba analizar series estadísticas y las fuentes gubernamentales son las únicas que presentan información con cierto grado de desagregación pertinente para el análisis deseado.
Las fuentes consultadas son las producidas por los gobiernos de Estados Unidos y México, por las siguientes razones. En México, proceden de la Unidad de Política Migratoria (UPM), perteneciente a la Secretaría de Gobernación, la cual recaba la información oficial del gobierno de México referente a los diversos procesos migratorios internacionales en el país, tanto de nacionales como de extranjeros. La UPM elabora estadísticas acerca de las tendencias, magnitudes y características sociodemográficas, laborales y migratorias de los flujos entre México y Estados Unidos, y de aquellos procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador (entre otros) con destino a México o Estados Unidos. Estas estadísticas son fundamentales para el diseño y aplicación de la política migratoria del gobierno de México. En Estados Unidos, son producto del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), oficina responsable de la seguridad pública, que, entre otros, tiene mandato en temas de inmigración y aduanas. El DHS se encarga de los acervos gubernamentales de información migratoria reportada en distintos informes y anuarios sobre registros relativos al estatus de residencia de inmigrantes, solicitudes de asilo y refugio, personas naturalizadas, registros de trabajadores temporales, estadísticas sobre aprehensiones, retornos y remociones a inmigrantes. En síntesis, desde la visión gubernamental, en el país destino y en el de tránsito, estas fuentes estadísticas son la referencia obligada en todo análisis cuantitativo de la aplicación y resultados de las políticas migratorias de los países referidos.
La evidencia empírica la estudio a la luz del enfoque sociodemográfico, que se interesa en observar cambios en el tiempo concernientes a aspectos centrales de la migración, en este caso, las detenciones, las devoluciones y, con otras fuentes, las remesas. Según algunos autores, dicho enfoque ofrece una medición del fenómeno a partir de la construcción de datos que se sustentan en definiciones operativas que permiten captar la base empírica que respalda distintas interpretaciones. Una de las vertientes de este enfoque se centra en el análisis de cambios y transformaciones que pueden devenir en desequilibrios en los países de origen y destino, y provocar un efecto de fluctuación en el volumen de las migraciones (Arango, 1985).
Otras explicaciones, desde el análisis de redes sociales, hacen hincapié en las posiciones de los actores en distintos campos sociales para explicar la manera en que esto condiciona los recursos disponibles y las motivaciones para involucrarse en procesos migratorios (Rivera, 2019). Incluso se ha indagado, con evidencia empírica sobre migrantes en Centroamérica, México y Estados Unidos, cómo las redes sociales abonan a elementos de integración entre distintas nacionalidades indiferentemente de las condiciones macroeconómicas de los países de origen y destino (Brenes, 2003). La información macro que da cuenta de tendencias en las devoluciones, detenciones y remesas proporciona un marco estructural para situar las interacciones sociales en que se desarrollan vínculos importantes en estos procesos migratorios, como han argumentado algunos autores al abordar las dinámicas sociales que se conectan con las remesas personales provenientes de migrantes en Estados Unidos (Canales, 2005). En ese sentido, las cifras que estudio ayudan a comprender el comportamiento a largo plazo de los flujos migratorios de Sur a Norte, además de las políticas migratorias que desplegaron los países de interés y su relativa eficacia respecto a los cambios esperados y acontecidos. El texto ofrece un apartado de conocimiento complementario a la construcción de argumentos fundamentados en metodologías cualitativas que están fuera del alcance de la presente investigación, mas que deben ser estudiadas para una visión heurística del problema.
Los procesos migratorios internacionales son multicausales (Arango, 2003), como lo son la mayoría de los hechos de la vida social. Que, por distintos motivos, al explicarlos se haga mención de una razón principal no niega que se reconozcan otras razones y se les dé el valor relativo que cada una de ellas posea (Redodem, 2017, 2018 y 2019). En efecto, dada la multicausalidad y las diferentes expresiones sociales que ocurren durante la migración, donde hay elementos cualitativos y cuantitativos, importa tener claro qué se pretende destacar y que los resultados obtenidos expresen un aspecto particular que no niegue los aportes de otras investigaciones con énfasis en otros aspectos de interés. En este caso, referente al presente artículo, los aspectos sociodemográficos observados en las series estadísticas oficiales son la materia de análisis.
Aunque los países poderosos promueven políticas migratorias que favorecen la llegada de poblaciones extranjeras con características de su propio interés, también son polo de atracción para población migrante que no cumple con el perfil deseado, esto es, los indocumentados. Las regulaciones de los flujos migratorios desde el norte de Centroamérica, por México y hacia Estados Unidos tienen un costo alto inmediato, aun cuando generan beneficios a largo plazo, que difícilmente reconocen los gobiernos de tránsito y destino.
En el eslabonar migraciones internacionales diversas al paso del tiempo con destino en Estados Unidos, los flujos procedentes del norte de Centroamérica constituyen un capítulo reciente que, en el mejor de los casos, encuentra una continuidad sistematizada en estadísticas migratorias en los años postreros del siglo XX y lo que va del XXI. øQué se argumenta con más frecuencia al explicar estas migraciones? Desde el lugar de destino, mejor situación económica, mejores salarios, la amplitud del diversificado mercado de trabajo, la posibilidad del ascenso socioeconómico. Hay presente y hay futuro. Desde el lugar de origen, la insuficiencia del mercado local, la ausencia de empleos suficientes, los salarios bajos, la inestabilidad laboral, la falta de opciones, la certeza de que por más que se gaste el cuerpo no hay mejoría duradera (Canales, 2018). Hay presente insatisfactorio y no se vislumbra un futuro promisorio que retenga; por el contrario, se acumulan las razones para salir a la brevedad y se reducen los motivos para quedarse (Martínez, 2012). Se debe migrar si se quiere vivir. Hay que asumir los costos de ir a donde está lo mejor. Es decir, aceptar que algunos no llegarán, que les irá mal; no obstante, los que lo consigan serán ejemplo a seguir y aliento para los que les sigan en el flujo migratorio siguiente (López, 2018). En esa lógica, un lugar y otro se complementan en el presente y en el futuro próximo.
Si a esas razones para salir agregamos, en el lugar de origen, la deteriorada seguridad pública y los crecientes problemas ambientales que también causan desempleo y desplazamiento poblacional (Castillo, 2011; Programa Mundial de Alimentos, 2017; James, 2018), así como las legítimas aspiraciones de reunificación de la pareja, de la reunificación de la familia, la ilusión de las nuevas generaciones de seguir el ejemplo de sus mayores, de ir a espacios sociales donde la inserción de las mujeres y la diversidad sexual son moneda corriente, migrar tiene un aliciente adicional. øQuién no desea una vida mejor si es lo que se ha difundido por todos los medios, al asociar esa mejor vida a los logros materiales y objetivos, se tenga o no niveles competitivos de educación formal? Migrar es dejar atrás los males materiales de la tierra materna y los afectos que sí duelen, aunque igualmente es una ilusión: migrar y tener bienes materiales que son inaccesibles en la tierra de origen y, con suerte, ya en la tierra de destino, reunir medios para traer a la familia a la tierra deseada.
Hombres y mujeres del norte de Centroamérica migran al lugar donde está el todavía seductor American dream y luego procurarán llevar a su familia, su unidad social primigenia. Los migrantes centroamericanos encarnan enunciados sociales de luchar donde y como sea por una vida mejor. øPor qué entonces los rechazan si son la personificación del self made men? La perspectiva macrosocial de la política migratoria en Estados Unidos (controlar, dosificar, documentar) respecto a los fenómenos migratorios dista mucho del punto de vista microsocial de una persona migrante.
México es presionado por Estados Unidos para contener el flujo migratorio, al tiempo que recibe presión por parte de los migrantes provenientes del norte de Centroamérica, de sus familias y de los sectores sociales y económicos que se benefician de la movilidad de esa población, a fin de que permita el libre tránsito (Emmerich, 2003) (hay elementos para pensar que el gobierno mexicano es del todo proclive a la recepción y paso de ese tipo de migrantes, algo que, por razones de espacio, no se analiza aquí). Esta situación ha perdurado durante lo que va del siglo XXI y acontece en un contexto que ubica a esa migración internacional como el eslabón más débil de una triada en donde dos son prioridades mayores: la vinculación económica de México con Estados Unidos y la seguridad nacional con respecto al último; si no se comprende el peso relativo de los tres eslabones para los dos países mencionados, las políticas migratorias de los gobiernos correspondientes no serán entendibles, ni tampoco su proceder, el cual se aleja de las convenciones internacionales referentes a los derechos de los migrantes, derechos humanos y otros acuerdos más sobre género y atención preferente a niñas, niños y adolescentes, etcétera (Villafuerte, 2014; Casillas, 2018).
De la política migratoria de Estados Unidos
Las olas de migrantes extranjeros hacia Estados Unidos han ocurrido en distintos momentos a lo largo del tiempo, aun cuando la política migratoria selectiva data de los primeros decenios del siglo XX (Eyal, 2022). La ola mexicana es posterior a las significativas europeas, a algunas asiáticas y anterior a las del norte de Centroamérica. En años recientes, las migraciones de México y el norte de Centroamérica han cobrado importancia porque, juntas, conforman una tercera parte del total general de todas las nacionalidades del mundo asentadas en suelo estadounidense (Pew Research Center, 2017). Eso es, al menos, lo que se desprende de los registros estadísticos (gráfica 1).
Según estimaciones del Censo de Población de Estados Unidos (2000 y 2019) y de la American Community Survey (ACS, 2019), en el año 2000, 33.1 por ciento del total de la población inmigrante en Estados Unidos provenía de México, Guatemala, Honduras y El Salvador y en 2019 los inmigrantes de esos países representaban 30.5 por ciento (en 2000, 28.3 por ciento correspondía a México y en 2019, 23.4 por ciento). El peso proporcional mexicano es mayor en los dos casos. Lo que quiero destacar es: las cuatro nacionalidades son una tercera parte del total, pero, en términos relativos, hay presencias diferenciadas. En 2000 la proporción mexicana era de 28.3 por ciento y en 2019 se contrajo a 23.4 por ciento; para Guatemala era de 1.5 por ciento y 2.4 por ciento; para Honduras, de 0.8 por ciento y 1.4 por ciento; y para El Salvador era de 2.5 por ciento y 3.1 por ciento, respectivamente. Es decir, se redujo la proporción mexicana, pero crecieron las proporciones de los tres países centroamericanos citados. Dicho de otra forma, hay menos mexicanos y más centroamericanos en Estados Unidos en los últimos 20 años, aunque las cuatro procedencias nacionales aún constituyen una tercera parte del total general de inmigrantes extranjeros.
Gráfica 1
Poblaciones seleccionadas inmigrantes en Estados Unidos (millones), 2000–2019
Fuente: elaboración propia con base en las estimaciones presentadas por el Population Census of United States 2000 y 2010 y American Community Survey (ACS), 2019.
En 2000, la población extranjera inmigrante total en Estados Unidos era de 32 millones 922 mil 534. De esa cifra, 477 mil 836 eran nacionales de Guatemala, 258 mil 65 de Honduras y 833 mil 803 de El Salvador. Juntas, esas tres nacionalidades conformaban 4.8 por ciento de la población inmigrante. En 2019, la población guatemalteca inmigrante era de un millón 155 mil 401, la de Honduras era de 763 mil 547 y la de El Salvador de un millón 471 mil 78. Del total de población inmigrante en 2019 en Estados Unidos (48 millones 36 mil 744), esas nacionalidades representaban 7.1 por ciento. Pasar de 32 millones a 48 millones en 20 años confirma que la potencia estadounidense es un imán que atrae población externa. También es una confirmación de la sangría que viven los pueblos centroamericanos de su gente en edad productiva. De igual forma, indica que la acción de cuidado migratorio del país de paso obligado, México, la evadieron quienes lograron llegar a su destino. Pero hay más.
Se debe tener cuidado con las lecturas distintas que dan las cifras absolutas y las relativas, pues unas pueden mostrar con más claridad un proceso en sí y las otras dimensionarlo en relación con otras presencias concurrentes. Es decir, sí hubo un crecimiento de la población mexicana inmigrante en Estados Unidos, como además de la centroamericana, en términos absolutos (gráfica 1). En el año 2000, había 9 millones 318 mil 787 mexicanos y en 2019, se estimaban 11 millones 247 mil 434. Para Guatemala, había 477 mil 836 y un millón 155 mil 401; para Honduras, 258 mil 65 y 763 mil 547; y para El Salvador, 833 mil 803 y un millón 471 mil 78, respectivamente. Proporcionalmente, entre sí y ante el total de inmigrantes, las cifras cambiaron según se anotó antes.
Hay, al menos, cuatro razones generales que ayudan a entender lo ocurrido: 1. La emigración mexicana disminuyó y luego volvió a crecer, entre otras razones, por su dinámica poblacional que es distinta a la existente en los países centroamericanos que, a diferencia de México, tienen proporcionalmente más gente adulta joven, mientras que en México la población tiende a ser adulta mayor. 2. Los efectos diferenciados entre retornos voluntarios (que fueron más en el caso de los mexicanos que en el de los centroamericanos), retornos inducidos por autoridades estadounidenses para que los «invitados a salir» transitaran con mayor rapidez por los pasillos administrativos, y los expulsados, como veremos más adelante. 3. La evolución de la economía mexicana es muy distinta a la del norte centroamericano, aunque por varias razones, a finales del segundo decenio e inicio del tercero, las emigraciones de esos cuatro países han ido a la alza. 4. En tiempos recientes, se han conjugado la pandemia de covid-19, los precios del petróleo y la situación de la economía mundial con, de fecha reciente y ajenos al periodo de referencia de este texto, la guerra en Ucrania y los procesos inflacionarios mundiales con efectos diferenciables por regiones y países.
El control migratorio estadounidense a consecuencia de los ataques recibidos en septiembre de 2001 implicó nuevas disposiciones relativas a la estadía de extranjeros con residencia legal y para quienes desearan ingresar con o sin documentación migratoria (Meyer e Isacson, 2009). En conjunto, el marco normativo incluyó una serie de disposiciones, acompañadas de una nueva ingeniería institucional para la seguridad nacional (Casillas, 2018). Ante tales disposiciones, se pensó que la puerta legal de ingreso y estadía en Estados Unidos incrementaría el volumen de rechazados en la frontera sur estadounidense y reduciría el de quienes ya estaban en el país. Al volverse más selectiva, disminuiría la población extranjera inmigrante.
Según las fuentes oficiales estadounidenses, la población del norte de Centroamérica en Estados Unidos creció de manera constante en los últimos 20 años en términos absolutos y relativos. Esos migrantes, sin duda alguna, pasaron necesariamente por México para llegar a su destino, y superaron los controles migratorios mexicanos y estadounidenses para ser inmigrantes en Estados Unidos. Por tanto, debe decirse que las fronteras del sur de Estados Unidos y de México son, ambas, porosas. Incluso, se puede argumentar que las de Estados Unidos lo son aún más. Al menos desde 2001 y a raíz de los ataques del 11 de septiembre, se rediseñó la estructura gubernamental estadounidense para el control de la migración internacional y de las fronteras; se hicieron adecuaciones exigentes para el otorgamiento de visas; se idearon fronteras inteligentes; se incrementó el número de efectivos para el control migratorio, donde se supone que no hay corrupción; entre otras medidas, aparte de que se establecieron acuerdos con México para mejorar el control de fronteras y movimientos migratorios de los dos países. La gráfica 2 presenta la sumatoria de los distintos registros de devolución dentro y en las fronteras territoriales estadounidenses, se enfatizan en particular las de los cuatro países vecinos del sur inmediato.
Estados Unidos ha aplicado una política de contención migratoria, de expulsión de migrantes sin permiso migratorio de residencia y de devolución en años recientes que no es posible negar (gráfica 2) (Isacson y Smith, 2017), si bien la serie estadística muestra complejidades interesantes. De la gráfica se destaca: a) en los años 1999 y 2000, entre remociones, expulsiones y deportaciones, Estados Unidos tuvo cifras más altas que en cualquier otro año del siglo XXI, aun cuando en el posterior lapso existían expectativas y temores de incrementos sustantivos en expulsiones y contención en la frontera territorial. b) En el referido periodo, las nacionalidades mexicana y las tres del norte centroamericano representan más de 80 por ciento del total de devueltos o impedidos de ingreso, salvo en 2020, que equivalieron a 76 por ciento. c) De 2009, fecha en que la fuente lo permite, del total de remociones (devoluciones forzadas), 90 por ciento se concentró en las cuatro nacionalidades del sur estadounidense en el año 2000: la mexicana representó 80 por ciento y las tres centroamericanas 10 por ciento (el otro 10 por ciento corresponde al resto del mundo). d) Para 2020, del total general, 54 por ciento correspondió a la población mexicana (cuando un año antes había sido 34 por ciento), y 46 por ciento a las otras nacionalidades (4 por ciento para El Salvador, 10 por ciento para Guatemala y 8 por ciento para Honduras, cuando en 2019 habían sido 8 por ciento, 22 por ciento y 20 por ciento, respectivamente), un cambio en las proporciones importantísimo, tanto en 2019 y 2020 para las cuatro nacionalidades analizadas. e) En números absolutos y relativos, tales nacionalidades son las que mayores costos pagaron por la expulsión forzada de territorio estadounidense. f) Los eventos de devolución, en términos relativos, son más notorios a la baja en el caso mexicano hasta antes de 2019, algo estables en el caso salvadoreño en el último lustro, y al alza constante en el último quinquenio para Guatemala y Honduras. g) Un análisis por década de los registros migratorios de Estados Unidos arroja resultados que no avalan la expectativa de más detenciones dentro del país y en fronteras, ni de manera uniforme y constante al alza. Por el contrario, hay una reducción en el total de migrantes aprehendidos en esos dos decenios, por año, sin negar que los eventos de detención y devolución, en el menor de los casos cercanos al millón anualmente, o más de dos millones en el otro extremo, sean datos de gran relevancia en el país de destino y efectos dolorosos para los países de origen. h) No obstante lo antes dicho, en términos absolutos, las cuatro nacionalidades sufrieron una merma importante. Es decir, las acciones de rechazo por parte de las autoridades migratorias estadounidenses fueron efectivas y se concentraron de manera indudable en sus vecinos inmediatos del sur, básicamente por dos razones: en primer lugar, desde la racionalidad administrativa es más económico expulsar a los vecinos que a alguien más distante, a pesar de que, por la propia vecindad, la cercanía puede facilitar un posible nuevo intento de regresar a Estados Unidos (como ocurre con la aplicación del Título 42) y, segundo, es que el volumen de esas cuatro nacionalidades significa prácticamente una proporción muy alta del total de todas las nacionalidades en situación migratoria irregular (tres cuartas partes del total).
En efecto, los dos años anteriores a 2001 es el único periodo en que la cifra es en extremo alta (3.5 millones en promedio por año), después hay una caída en los dos años siguientes, con bajas significativas al cierre del decenio, e incluso de 2011 a 2018 descendió a menos de la mitad de lo registrado en 2001. En 2019 se alcanzó una cifra cercana a la de 2008, diez años antes. ¿Por qué la tendencia a la baja a contracorriente de lo esperado?
Gráfica 2
Total de eventos de expulsión de inmigrantes en Estados Unidos, según nacionalidades (miles), por año fiscal, 1999–2020*
*Para el caso de los arrestos y aprehensiones no está disponible el desagregado por nacionalidad para el periodo 1999–2001. De igual manera, no hay desagregado por nacionalidad para los retornos durante el periodo 1999–2008. El total incluye a todas las nacionalidades. La fuente sólo permite la suma de relativos (porcentajes) igual a 100% a partir de 2009.
Fuente: estimaciones propias con base en U.S. Department of Homeland Security (DHS), Yearbook of Immigration Statistics 2008–2020.
Si, como se verifica en la gráfica 1, la población del norte centroamericano creció en Estados Unidos y, como se observa en la gráfica 2, el número de detenidos y devueltos al norte de Centroamérica por la autoridad migratoria estadounidense se acrecentó en términos absolutos y relativos, entonces es difícil afirmar que, al menos desde la perspectiva cuantitativa, la política migratoria estadounidense de contención y expulsión de migrantes indocumentados resultara 100 por ciento exitosa y desestimulante en lo general, aunque sí se concentró, en lo hecho, en detener más y nuevas migraciones centroamericanas. Que aumentara la población del norte centroamericano en el lugar de destino es un triunfo real para los que llegaron y un ejemplo para los que les sigan en el imaginario social, aun cuando el número de devueltos y rechazados es en sí mismo significativo año por año para los países centroamericanos. Una combinación de más migrantes en el destino y más migrantes rechazados. No hay triunfos ni derrotas absolutas para ninguna de las partes, sea la gubernamental o la de migrantes.
Es posible que una lectura así haya llevado a la administración Trump a plantearle a México nuevas disposiciones de contención migratoria, con resultados visibles de un accionar sincronizado entre la autoridad estadounidense y la mexicana, pues se pasó de 572 mil 566 y 131 mil 445 detenciones en 2018 a un millón 13 mil 539 y 182 mil 940 en 2019, respectivamente, empero, llama la atención que en 2017 ambos países documentaron una baja relativa en el total de detenidos en su frontera sur. La administración Biden, más allá de intentos de cambio, fallidos, ha continuado a la práctica con la política de contención migratoria de Trump. En efecto, datos preliminares y parciales revelan que Estados Unidos detuvo, en el primer cuatrimestre de 2021, a 531 mil 585 migrantes indocumentados y, para el mismo periodo de 2022, a 776 mil 948, un incremento de 46 por ciento. No está funcionando la contención migratoria en México, sería la conclusión en Estados Unidos. Algo está pasando al sur de su frontera.
De la política migratoria de México
Son dos las razones de las autoridades de México detrás de su política migratoria específica hacia los migrantes extranjeros que, sin visa, ingresan y transitan por el país para llegar a Estados Unidos: a) el mandato legal nacional y b) los acuerdos de colaboración con el poderoso vecino del norte, motivados de manera destacada por el bloque económico Canadá, Estados Unidos y México (Roldán, 2017). El resultado de dichas razones se expresa en cifras en el cuadro 3 que presenta los registros estadísticos de las detenciones y devoluciones de los últimos 30 años (1991 a 2020), donde resaltan las del norte centroamericano por su gran peso relativo en el total de eventos realizados en ese periodo (Díaz-Prieto, 2016; Marengo, 2015).
Lo primero que destaca es el alto número de eventos de detención y devolución ocurridos en el último decenio del siglo XX: un millón 201 mil 59. De ese total, las nacionalidades de interés representan 90 por ciento o un porcentaje cercano a él. Durante la primera década del siglo XXI la cifra es de 2 millones 850 mil 315, y a partir de la segunda década es de 2 millones 322 mil 149. Sólo en el segundo quinquenio de la década de 2010 el porcentaje bajó algo de 90 por ciento, como de igual forma ocurre en lo parcial de 2021, debido al auge circunstancial de otras nacionalidades. øPor qué es importante hacer estos agregados por decenio?
Detener y devolver al extranjero indocumentado ya era importante para México, en volumen de eventos, desde el cierre del siglo pasado. La firma del Tratado de Libre Comercio de 1994 entre Canadá, Estados Unidos y México no significó un mayor número de detenciones por parte de las autoridades migratorias mexicanas, según la estadística oficial. Este antecedente es notable porque ayuda a dimensionar, con la objetividad que permite el dato estadístico, la actuación de la autoridad migratoria mexicana tanto en el siglo pasado como en el siglo XXI. Dado que no hay estadísticas gubernamentales disponibles en la década de 1980 y anteriores, la de 1990 ya presenta, desde 1991, una cifra alta (133 mil 342) que sólo sería superada al término del siglo y década (172 mil 935). En todos esos años, menos en uno, la cifra de eventos de detención y devolución fue mayor a los 100 mil por año. Tal dato no es cosa menor, ni en sí mismo ni en relación con lo que ocurriría en los siguientes años.
El ataque del 11 de septiembre de 2001 a Estados Unidos llevó al rediseño de políticas más selectivas incluso por parte de México, hecho que derivó en incrementos sustantivos en el número de eventos de detención de migrantes extranjeros indocumentados, aunque México, ya desde el inicio del año 2000, aumentó el volumen de detenciones, es decir desde antes del ataque de septiembre (creció de 172 mil devoluciones en 2000 a 289 mil en 2001). Desde el primer decenio del actual siglo, se pasó de un millón 200 mil a dos millones 850 mil eventos en relación con el decenio precedente, lo cual confirma la expectativa de un incremento sustantivo de devoluciones. Se acrecentó el volumen, pese a que ya era alto; pero hubo más.
Era lógico que hubiera más detenciones y devoluciones como consecuencia de las medidas extraordinarias que el gobierno del presidente Vicente Fox adoptó en materia migratoria. Durante ese sexenio (2000–2006), México pasó de 25 a 50 estaciones migratorias (las cárceles para los migrantes extranjeros sujetos a expulsión), se elevó el número de agentes migratorios y, desde 2005, el Instituto Nacional de Migración (INM) forma parte del esquema institucional de seguridad nacional. Más instalaciones, más personal, más presupuesto, más conexión jurídica y estructural entre migración y corpus de seguridad dispararon la cifra de migrantes indocumentados detenidos, como lo esperaban aquellos preocupados por la «securitización» de la migración, quienes temían que tal enfoque geopolítico se tradujera en un mayor volumen de detenciones y expulsiones (Anguiano y Trejo, 2007).
Gráfica 3
Eventos de extranjeros devueltos* de El Salvador, Guatemala y Honduras por la autoridad migratoria mexicana, 1991–2021
*Eventos de deportación: se refiere a devoluciones de migrantes a su país de origen que no observaron las disposiciones contenidas en la Ley de Migración y su reglamento, según lo previsto los artículos 111, 115 y 122 de dicha ley y de los artículos 242 y 243 de su reglamento, previo proceso administrativo de presentación, según lo establecido en el artículo 99 de la misma ley.
Fuente: Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas, Segob, con base en información registrada en las estancias y estaciones migratorias del INM.
La llamada «securitización» estaba y está destinada a incrementar el volumen de detenciones y deportaciones, y a la vez, a aplicar otro conjunto de medidas que permitieran observar la calidad, es decir, el peligro potencial que los migrantes extranjeros en tránsito, con documentos migratorios o sin ellos, pueden significar para el país de destino (Villafuerte, 2014; Torre y Yee, 2018). Esta preocupación de seguridad nacional, asociada con las labores de inteligencia migratoria, ayudaría entonces a entender la naturaleza y alcance de los acuerdos entre Estados Unidos y México de modo que, en aras de la seguridad estadounidense, la infraestructura, las instalaciones y el personal migratorio de México fueran objeto de mejoras (Sin Fronteras IAP, 2016). Ejemplo de ello es la instalación y funcionamiento del Sistema Integral de Operación Migratoria (SIOM) del INM, que en tiempo real levanta registros de todos los movimientos de migrantes extranjeros documentados e indocumentados (incluidos datos biométricos) y, aun en tiempo real, comparte esa información con Estados Unidos. Otro ejemplo lo constituye la Iniciativa Mérida, acordada con la administración de Felipe Calderón (2006–2012), que se aplicó particularmente en las estaciones migratorias del sur mexicano y en oficinas estratégicas para el acopio y procesamiento de las estadísticas gubernamentales, aparte de lo procedente de la lucha contra las redes de narcotráfico; dicha Iniciativa finalizó como tal en la actual administración federal, pero no por inaceptable, sino porque en esencia había concluido sus objetivos. De ahí que los gobiernos de Estados Unidos y México convinieron sin mayor problema ni condicionamiento una nueva etapa de colaboración que mantiene inalterable la premisa de cuidar el volumen y la calidad de los migrantes extranjeros.
Al comenzar el segundo decenio, hay una reducción en el total de detenidos y devueltos, una cifra menor a la del decenio anterior (de 2 millones 850 mil a 2 millones 322 mil). Lo anterior se explicó como resultado de la política exitosa de contención migratoria y de la crisis económica estadounidense que desalentó, se dijo, la emigración por razón económica, un par de argumentos endebles cuando se observa, como se mostró con la gráfica 1, que la población inmigrante del norte centroamericano en suelo estadounidense aumentó de manera constante. Por otra parte, la crisis económica ciertamente generó desempleo en Estados Unidos, asimismo tuvo efectos negativos en Centroamérica que propiciaron nuevos flujos migratorios internacionales (Canales et al., 2019); que no fueran detenidos en el país de tránsito es cosa aparte. El hecho es que la población del norte centroamericano creció en el lugar de destino. Dicho de otra forma, el flujo migratorio en tránsito por México y con destino en Estados Unidos se acrecentó, aunque disminuyera la cantidad de eventos de detención en México, lo cual no evitó que el número de devueltos siguiera siendo materia de señalamiento crítico por el proceder equívoco de los agentes, por las violaciones a los derechos humanos a los migrantes, entre otras causales de inconformidad social. Eso es lo que permiten aseverar los gráficos 1 y 3 así relacionados.
Habría que mencionar el inicio de la pandemia, originada en México, del AH1N1 en 2010. Las autoridades migratorias mexicanas suspendieron por algunos meses los operativos de detención y encarcelamiento de migrantes indocumentados para evitar la multiplicación de contagios, y también redujeron el número de operativos de detención de migrantes indocumentados en tránsito. Posteriormente, la «crisis humanitaria» de 2014, denominada de esta manera por el presidente Barack Obama, hizo que el gobierno mexicano tomara medidas extraordinarias de contención migratoria que incrementaron las cifras de detenciones y devoluciones en 2015 y 2016 (DHS, 2016; WOLA, 2014), aunque en 2017 las cifras descendieron de nueva cuenta, posiblemente debido al fin de un sexenio e inicio de otro, mas volvieron a subir en 2018 y 2019, cayeron otra vez en 2020 y repuntaron en 2021.
Las cifras, así vistas, avalan la preocupación de que un mayor control de fronteras por parte de Estados Unidos y México resultara en un mayor número de detenciones y devoluciones en los dos países. Sí hubo aumentos en detenciones y devoluciones de migrantes extranjeros indocumentados en Estados Unidos y en México, no obstante, ello implica que la persistencia del flujo migratorio se mantuvo inquebrantable.
Si se toma en cuenta ese proceder sincronizado de las autoridades migratorias de los dos países, el volumen agregado de devoluciones y rechazos de ambos da como resultado un número considerable de centroamericanos devueltos a su región de origen a la luz de su número proporcional en la población total de dichos países que, para 2020, se estimaba en poco más de 33 millones (18 millones en Guatemala, 9 en Honduras y 6 en El Salvador). Para efectos demostrativos, sumo las cifras de devueltos de Estados Unidos (200 mil 323) y México (142 mil 694) en el año 2020, con un resultado de 343 mil 17 eventos de rechazo en el año citado; si a ese año se hace la sumatoria de los tres anteriores, con los datos presentados en los cuadros previos, se verá con más nitidez los efectos negativos para las familias y economías centroamericanas de origen.
Si se valora, igualmente en un plano hipotético, que cada uno de esos eventos de devolución es de población económicamente activa, su dejar de enviar remesas, en caso de haber llegado a su destino migratorio, redunda en una presión mayor a las economías del norte centroamericano y a la gobernabilidad local. Las propias familias de los migrantes frustrados en tránsito o en frontera sufren consecuencias mayores si consideramos que, de manera creciente en los últimos años, se ha intensificado la contratación de traficantes de migrantes, lo que implica adquirir deudas a pagar al llegar al destino migratorio; al ser devueltos, la deuda debe pagarse de cualquier forma y obliga a un nuevo intento migratorio.
Además del volumen de estas formas de migración, como el retorno y la deportación, la literatura especializada da cuenta de casos como El Salvador, en el que Gómez Johnson et al. (2019) muestran que, pese a la extensión de los Temporary Protected Status (TPS) emitidos en 1991 y la posterior extensión de uno en 2001 con vigencia hasta 2012, se gestaron políticas en Estados Unidos que fortalecieron la vía de la contención migratoria; de igual modo, con el programa Gatekeeper en Estados Unidos de 1994, se multiplicaron los elementos de la patrulla fronteriza en los límites con México y aumentaron las deportaciones con impactos profundos en los migrantes de retorno que volvieron a El Salvador. Del mismo modo se han recabado experiencias individuales de retorno diferenciadas por género desde Estados Unidos hacia Guatemala (Martínez Rodas, 2019).
Hay, en ese sentido, efectos diferenciados y combinados en los tres estadios, origen, tránsito y destino, que no se pueden disociar en el análisis. Si en un primer momento había hasta ilusión, en intentos posteriores existe el apremio de pagar deudas acumuladas por los migrantes y sus familias (el futuro hipotecado).
Finalmente, hay una manera algo cruda de exhibir la diferencia entre una potencia y sus inmediatos vecinos del sur. Mientras Estados Unidos devolvió diariamente un promedio, en 2019, de 4 mil 232 migrantes extranjeros que querían quedarse en su territorio (50 por ciento del norte centroamericano y 34 por ciento de México), México hizo lo propio con 501 que sólo pretendían pasar para ir al país de destino (88.7 por ciento del norte centroamericano). En ese mismo 2019, al tiempo que desde 2018 hay datos fuertes referentes a devoluciones combinadas (véanse gráficas 2 y 3), a causa de la acción de esos dos países del norte, las naciones centroamericanas recibieron un volumen estimado de unos 800 mil devueltos (suponiendo que 20 por ciento eran migrantes reincidentes en el mismo año del total de eventos registrados por esos dos países, la cifra se eleva a un millón 66 mil 730). En 2020 la contención migratoria en Estados Unidos y México presentó una reducción estadística debido a los efectos de la pandemia de covid-19; sin embargo, los datos preliminares de 2021 muestran ya una tendencia que puede ser exponencial en 2022. Las devoluciones y contenciones van fuerte contra los migrantes del norte centroamericano. Los efectos de tal proceder serán sistémicos.
De los diversos significados de las remesas
El envío internacional de remesas personales se considera un hecho positivo en los lugares de destino. El envío de remesas es la prueba fehaciente de que el migrante extranjero —en este caso el del norte centroamericano— ya llegó a su destino, empezó a trabajar y ahorró lo suficiente para enviar algo de lo obtenido a su familia en el lugar de origen. Es, también, una muestra de cumplimiento familiar, de triunfo ante la adversidad, de que valió la pena haber asumido todos los riesgos y peligros de salir, transitar y llegar a una tierra con presente inmediato y futuro. Véase cómo, al paso del tiempo, esos montos se incrementan en la gráfica 4 pese a todas las adversidades.
Las remesas son prueba de haber llegado y tener trabajo. Sin duda lo son, pero en el caso de México conllevan otras connotaciones sistémicas en tanto que las remesas despertaron los apetitos del crimen organizado, lo que abrió otro frente de preocupación y de destino de los recursos conseguidos con gran costo por migrantes y sus familias. La migración internacional que transita por México se convirtió en un nuevo nicho de las redes delictivas en lo que va del siglo XXI, periodo en que se centra el análisis de este texto (CNDH, 2009, 2018; París et al., 2016). Se tiene la creencia de que los envíos personales de los migrantes en Estados Unidos son, todos, a sus seres queridos en el lugar de origen. Dicha creencia oculta hechos y procesos sociales y delictivos que siguen sin ser debidamente investigados por las distintas autoridades responsables en los países de origen y destino. Se pueden hacer cuatro agrupamientos, según receptor: a) los familiares en el lugar de origen de la migración; b) familiares en tránsito por tercer país para sufragar gastos de traslado; c) redes de secuestradores, con la intención de liberar al migrante secuestrado. ¿Cuántas familias de migrantes en tránsito pagan para que liberen a sus familiares?, øcuánto pagan todos ellos en total al año?; y d) envíos del crimen organizado, atomizados en operación «hormiga» (es decir, de manera masiva; no obstante, todos desembocan en un solo «hormiguero», el receptor delincuente), a personas en el lugar de destino de los envíos que, por un bajo monto, reciben cantidades mayores que de inmediato entregan a mediadores de un poder invisible. Si esos montos extralegales no fueran significativos no se entendería que, en promedio, acorde a las escasas estadísticas oficiales disponibles, se estime un aproximado de 10 mil migrantes extranjeros liberados al año, por la Policía Federal (Casillas, 2018).
Gráfica 4
Total de remesas recibidas como envíos personales en los países citados, 2000–2020 (millones de dólares)
Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial (s/f).
El envío de remesas es eso y mucho más, pues en tanto que se vuelve una práctica recurrente, incrementa montos, involucra más lugares de origen y recepción del envío, y tiene efectos en el mundo formal e informal. Piénsese en quienes de distinta manera reciben beneficios de los envíos internacionales: para empezar, el propio emisor porque se conecta con sus seres queridos y con aquellos que le prestaron para el viaje; el receptor en el lugar de destino, familiar o no; las instancias gubernamentales de los países receptores ya que cada envío reduce la presión local hacia sus políticas de empleo, salario, servicios públicos; las autoridades de los países de tránsito puesto que los envíos benefician al comercio local de alimentos, hospedaje, salud, ropa, transporte; las organizaciones sociales humanitarias en los lugares de tránsito porque observan cómo esos envíos dosificados a lo largo del trayecto facilitan la continuidad de quienes van en busca de sus sueños personales; las empresas bancarias y especializadas en envíos internacionales debido a que los montos son de miles de millones de dólares al año, y esas empresas lucran con el tipo de cambio y el costo del envío (en el ranking del Banco Mundial, de 2020, de 185 países enlistados, Guatemala, El Salvador y Honduras ocuparon los puestos 24, 31 y 36 por el monto de los envíos personales); las redes delictivas tradicionales, como las de tráfico de migrantes, ya que cobran el crédito otorgado; y la delincuencia organizada, sobre todo en el país de tránsito, la cual recauda el rescate de los migrantes secuestrados en el trayecto (Casillas, 2018). Muchos y diversos actores sociales e institucionales en los lugares de origen, tránsito y destino se benefician del envío de remesas de los migrantes.
En síntesis, las remesas, como envíos personales, tienen efectos inmediatos, pues se gestionan en efectivo, y sistémicos que inciden de manera directa en las economías, en las gobernabilidades, en los ámbitos sociales y familiares trasnacionales. Ante esta diversidad de vínculos transnacionales de la macroeconomía y la microeconomía, de la formal e informal en los países de destino, tránsito y origen de la migración del norte centroamericano, øquién realmente se opone a que sigan los flujos migratorios del norte centroamericano? (Wolf, 2020).
Para concluir
Estados Unidos seguirá atrayendo migrantes extranjeros con y sin autorización migratoria. Ése es un hecho incuestionable. México seguirá deteniendo a migrantes extranjeros indocumentados en lo posible, con más personal y más operativos como lo empezó a hacer la actual administración en 2018. Así lo constatan los registros estadísticos de 2021, en el contexto de la pandemia de covid-19 (Castañeda, 2020; Mena y Cruz, 2021) y las nuevas disposiciones de ampliar la colaboración con los países centroamericanos en la contención migratoria hasta Panamá (excluyendo a Nicaragua) a fin de contar con una serie de barreras de contención que, al estar coordinadas, reduzcan cada una de ellas el grosor del flujo migrante internacional y, además, fortalezcan la capacidad operativa de los agentes migratorios estadounidenses en la frontera sur del país.
No hay razón para que el norte centroamericano deje de mandar más migrantes (De la Rosa y Lahys, 2020). Los procesos migratorios internacionales ya tienen una plataforma de realización y por ella van a transitar. El importante incremento en el volumen de devueltos se ha acentuado al término de la administración Trump (Ahmed y Semple, 2019; Sieff y Miroff, 2020; Isacson, 2020; Cornelius, 2020), y al inicio de la de su sucesor, Joe Biden, quien ha dado continuidad a la política de contención de su antecesor, con la diferencia de que ahora crece la presencia de mexicanos, que empezó a ir al alza durante el nuevo gobierno mexicano. No obstante, habrá que ver cómo evoluciona la población centroamericana en Estados Unidos, porque será un indicador sólido de que el mercado estadounidense los necesita y, por tanto, la devolución de unos y la incorporación de otros recién llegados constituirá la renovación de sangre fresca y nueva que demanda el desarrollo del «libre mercado».
Si quisiera establecerse una periodización con base en el número de extranjeros devueltos por Estados Unidos, quizá se tendría que hacer el siguiente agrupamiento: en 1999 y 2000, estaría el mayor número de eventos de devolución, con más de tres millones por año; de 2001 a 2008, de más de dos millones; de 2009 a 2014, de más de un millón; de 2015 a 2017, de menos de un millón; y en 2018, 2019 y 2020 de nuevo más de un millón. Así se compondría la distribución general, aunque en lo específico la tendencia en los eventos de devolución de centroamericanos haya ido en aumento hasta llegar al porcentaje mayor en 2019 en que representaron 50 por ciento del total. En números absolutos, en lo que va del siglo XXI, 2019 fue el peor año para los migrantes centroamericanos en Estados Unidos y para quienes pretendieron ingresar. En efecto, los volúmenes de devolución de migrantes del norte centroamericano no tienen antecedente similar. Les ha pegado fuerte, muy fuerte, la mano dura de la política migratoria estadounidense. Como nunca.
La migración del norte centroamericano hacia Estados Unidos ha sido y es constante y creciente (Canales, Fuentes y Escribano, 2019). Los inmigrantes procedentes de esa región dentro del país de destino presentan cifras mayores al paso de los años, lo cual estimula a connacionales a migrar ante el éxito de sus predecesores y el establecimiento de redes de apoyo y de tráfico que eventualmente acrecenten sus posibilidades de llegar a suelo estadounidense. El éxito relativo de la migración centroamericana ha tenido su contraparte en el volumen de eventos de detención y devolución nunca antes visto. Dos caras de una misma moneda.
Dada la continuidad de las razones y circunstancias que alientan la emigración centroamericana (Villalobos, 2019), los migrantes asumen riesgos y costos mayores, y siguen migrando tras el American dream. Saben que deben arriesgar más ante viejos y nuevos desafíos. No es sólo el accionar de los agentes migratorios, sino también las redes delictivas que les roban, secuestran y matan. Frente a ello recurren a redes humanitarias, a la contratación de traficantes, al pago de derecho de paso o de rescate de los secuestrados si es el caso, y de finales de 2017 en adelante, a migrar en más de 14 caravanas (Chávez, 2019; Camus, Vega y Martínez, 2020; Ruiz y Varela, 2020), como una nueva modalidad de autoprotección.
Mientras los gobiernos de destino y tránsito mantengan sus políticas selectivas para el otorgamiento de visas, sus pretensiones de que todas las migraciones internacionales de extranjeros sean seguras, ordenadas y regulares serán, en el mejor de los casos, sueños de opio. Necesitan flexibilizar y adecuar requisitos para visas, además de adoptar medidas inmediatas y efectivas en contra de la inseguridad pública. Es muy cuestionable que Estados Unidos sea capaz de detener a miles de migrantes al día en su frontera sur y, a la vez, incapaz de frenar el flujo de armas que, también por miles, cruzan de norte a sur esa misma frontera. Igualmente, llama la atención que México destine miles de efectivos de las fuerzas armadas y establezca cinturones de control migratorio en el país que no logran contener la migración no deseada, lo que le enemista con los gobiernos vecinos y pone en duda su narrativa humanitaria, centrada en la contención de migrantes y carente de acciones efectivas en contra de las redes de tráfico y secuestro, al tiempo que deja intocada su alta exigencia con objetivo del otorgamiento de visas. Nadie puede pedirle a quienes están en una casa en fuego (y Centroamérica, en particular, es esa casa) que se queden dentro en espera de que lleguen los contables a revisar documentación y organizar la salida ordenada. Quien así piense y proceda está lejos del mundo real e inmerso en un profundo sueño que tiene mucho de pesadilla social.
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